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Violencia contra la mujer. Razones de una realidad cercana.

Experiencia

Mirando desde lejos, parece imposible entender cómo cientos o miles de mujeres soportan que sus parejas las maltraten tanto de forma física como psicológica. Pero, cada cierto tiempo y más seguido de lo que nos gustaría, las noticias nos informan acerca de un femicidio o del grave maltrato que sufrió una mujer por parte de su pareja.

Complica entender cómo una mujer soporta esta situación, creyendo incluso en el amor de aquella persona, quedándose al lado del maltratador para ayudarlo en su “difícil vida”. La psicología nos ayuda a ver las razones y nos explica las causas por la que muchas mujeres permanecen al lado de sus agresores.

Conflictos de una mujer maltratada.

Las causas que llevan a una mujer a aceptar estas situaciones son múltiples, donde intervienen factores culturales, sociales, familiares e individuales. Desde la cultura y sociedad existen mitos que facilitan la violencia de pareja, como ideas disfuncionales sobre el amor del tipo “solo se puede ser feliz y contar con cariño si tenemos pareja” o ideas como “los celos son señales de amor”.

También existe la creencia internalizada de parte de la lógica masculina que sin autoridad, no es verdaderamente un hombre. De ahí que muchas veces cuando ve en riesgo su autoridad, usa la violencia para restablecer su “mando”. Existen además otras explicaciones, las cuales señalan que el estilo de apego formado en la infancia más temprana influiría y se actualizaría en las relaciones de pareja, en general apegos inseguros o preocupados.

También se ha visto en las parejas donde se presentan malos tratos, que muchas veces no existe un lenguaje que hable de la angustia y la violencia aparece como una forma de apegarse o desapegarse del otro.

Otras formas de entender las dinámicas de violencia de género vendrían dadas porque existiría un vacío interior, una precariedad de contenidos psíquicos en que su experiencia subjetiva ha sido sistemáticamente negada, para adaptarse a las demandas de los otros (padre, madre y posteriormente su pareja). Muchas veces ese vacío le resultaría más intolerable que la dependencia de un hombre, cuyo maltrato también ha sido parte de su historia familiar. La mujer percibe la debilidad del otro y se coloca frente a él como un sostén, un refugio y ahí satisface su anhelo de feminidad.

Muchas veces la mujer maltratada permanece ligada al agresor porque separarse conllevaría a una vivencia de mutilación de su identidad y eso le resultaría intolerable. También hay casos en que al maltratador lo percibe como el único vínculo afectivo junto al de los hijos, a los que debe prestarse para sacrificar su vida, siguiendo el estereotipo de “buena madre”.

¿Cómo reconocer una persona violenta?

Primero hay que pensar que la violencia se instala en general de forma gradual y por tanto un momento clave es el inicio de la relación, que es cuando la persona tiene mayor capacidad de elección.

Se ha observado en varios casos que la violencia es más frecuente cuando aparecen dimensiones de personalidad, como la impulsividad, la falta de empatía, dificultad en el manejo de la rabia, baja autoestima, falta de habilidades sociales, rigidez, desconfianza, baja capacidad de mentalizar, dependencia emocional excesiva y celos patológicos. A esto podemos agregar abuso de alcohol y drogas y haber sufrido o presenciado en la infancia maltrato entre personas mayores.

Otras claras señales de riesgo están dadas al intentar reiteradamente controlar la conducta de su pareja, mostrar actitudes de humillación o crueldad, culpar a la víctima de los problemas de la relación y recurrir a la amenaza o intimidación como medio de control.

Algunos factores de riesgo observados en las víctimas son la baja autoestima, problemas de asertividad, no disponer de una red familiar y social de apoyo, haber sido objeto de maltrato en la infancia, haber presenciado violencia entre los padres, o experiencias de maltrato en relaciones anteriores.

¿Qué podemos hacer?

Dentro de las medidas a tomar una de las más importantes es denunciar a instituciones legales pertinentes y pedir protección a la red de apoyo familiar y de amigos.

Además se recomienda contar con una psicoterapia tanto para la víctima como el agresor, ya que muchas veces aunque se separen, algunas personas volverán a repetir ese estilo relacional de violencia. La psicoterapia facilita la capacidad de comprender la dinámica que mantiene estos vínculos patológicos, permitiendo la posibilidad de librarse de ellos y establecer otros más saludables.

Psicólogo Diego Osorio Cardona
Magister en Psicología Clínica
Magister (c) en Psicodiagnóstico
Diplomado en Intervenciones Psicoterapeúticas
Centro Médico Cetep